CEC, convergencia en 15 semanas

CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN COREOGRÁFICA 2023 – DANZA COMÚN / Memoria del proceso creativo / Performers: María Cristina Méndez, Adriana Guio, Cristina Juliana, María Fernanda Blanco, Julián Álvarez, Ricardo Villota, Sebastián Paredes, Yennyfer Pardo, Laura Gracia, Sofía Jaime, Valentina García, Mónica Velásquez, José Ignacio Morillo / Maestras invitadas: Paulina Avellaneda, Marcia Cabrera, Adriana Cubides / Tutores: Bellaluz Gutiérrez, Andrés Lagos, Rodrigo Estrada.

______________


“¿Cómo estoy? ¿Esta es mi voz? ¿Una flor puede definir mi creación? ¿Soy una bola de fuego? Nota cómo estás respirando. Cierra los ojos y recuerda un proceso creativo en el que hayas estado, que hayas visto o del que hayas escuchado. Nota cómo están tus apoyos. Haz los ajustes que necesites. Eres cabra, flor, piso, tacto, búsqueda, cuerpo, elemento, brazos, piernas cruzadas. De vez en cuando, pon tu ano al sol”.

Esta aventura tiene una fecha de inicio, pero siento que todo lo que hice antes me preparó para estar aquí, justo en el instante correcto. 

Desde el primer encuentro todo confabuló. Las sillas, los marcadores, hojas, la incertidumbre, el café. Este es un laboratorio siempre cambiante, siempre diferente. Aquí aprendí que, en los objetos, la estructura vive para la forma, la forma no existiría sin la estructura.  Que la estructura va con el sostén, el soporte y las fuerzas de la física. También aprendí a sembrar mi nombre, a empoderar mis vocales, a registrar mis memorias. Entendí que es una sola cosa el movimiento y la palabra (dicha y escrita). 

Entonces atravesamos y trascendemos desde lo que danzamos, lo que decimos y lo que escribimos. 

[Nota 1: Soy más una falla sísmica que una bailarina]. 


Bogotá, junio de 2023
El poder de mi voz
Con Marcia Cabrera

A mi voz

Muchas veces otras vidas la quise retener, 
contenerla, enmudecer, retorciéndome la lengua
fracasando en el intento de poderla silenciar
pero este espacio entre mis dientes siempre la dejó escapar. 

La encerré tantas veces y escondida la mantuve,
en mi pecho la retuve y sumergía en mi agonía. 
Dando tumbos por la vida, sin intentar comprenderla.
Ni siquiera en mi elocuencia reconocía su valía.

Porque ella sin pudor aparecía de repente 
reventando ante la gente mi real identidad, 
enfrentándome, exponiéndome con su timbre, su color, 
su cadencia y su imprudencia, mostrándome como soy.
Sin filtros, sin vergüenza, evidenciando mis emociones, 
revelando a borbotones, mi orden y decadencia. 

Y es que hasta ahora comprendo cuán sorda he sido
no es un hilo, ni un silbido, ni una onda imperceptible. 
Aparece y se desliza, te penetra y hasta hechiza, 
es de brisa, es de fuego, es de acero indestructible.

Es mi grito, mi gruñido, mi canto en expansión. 
Mi euritmia, mi ilusión, mi secreto susurrado,
Mi poesía mal escrita, mi armonía disonante, 
Mi risa, mi lamento, mi existencia discordante. 

Ella me ama, me defiende, me entiende, me sorprende. 
Resuena, galopa, ronronea y me arropa,
Estalla, acaricia, excita y eriza,
Me habita, revuela, me llena, me vibra. 

A mi voz perdón le pido por mi ignorancia infinita
Por creer que podría su poder ocultar.
Me conecta con mi esencia en su danzar infinito 
Y hoy juro que más nunca la intentaré callar.

[Nota 2: Convertir el discurso en danza. El discurso propio y el ajeno. Es un lenguaje para dos. Exclusivo, dirigido, obsequiado]. 


Bogotá, julio 11 del 2023
Lo bello de dirigir y ser dirigida

Dirigiendo: sobre la improvisación de José Ignacio 

Le pregunté si quería comenzar él y dijo que sí. 

Corrí a buscar mi libreta y lapicero para escribir todo lo que pudiese notar durante su improvisación. Como debía darle una pauta de inicio, le mencioné que podría iniciar en el sofá que está en la esquina derecha del salón, fuera de las tablas, y José aceptó. 

Me imaginé que iniciaría sentado, pero para mi sorpresa se ubicó frente a aquel sofá de cuero negro y desteñido, con algunas partes ya peladas que manifiestan el uso excesivo. Se puso en la posición del diamante, talones sobre isquiones con la mirada dirigida a su ahora contraparte; sus manos descansaban sobre sus piernas. Espalda recta, mirada fija, calculando más que observando. 

Pensé en lo curioso que era que él estuviese vestido de camiseta y pantalón negro, tan oscuro y desgastado como el mismo sofá que ahora tenía en frente, como si de dos personas o cosas iguales se tratara. El sofá tenía su espaldar en el mismo muro donde estaba la hilera de espejos, lo que me permitió, desde el primer momento, ver toda la escena doble en perfecta y absoluta simetría. 

Ahora, negro el linóleo, el sofá, la ropa de José, la tela de la cortina tras el sofá, las cerchas del espacio y el marco del espejo. Negro rigidez, negro sostén, negro balance. Su movimiento inició desde los brazos que se deslizaron en descenso de forma paralela hasta entrar en contacto con el suelo. Una pierna y luego la otra, hasta ponerse de pie. Movimientos contenidos, precisos, parecía la danza de un arte marcial, con una tensión no exagerada hasta la punta de sus dedos. 

Concentrado como quien calcula el siguiente movimiento, la dirección, el posible desplazamiento. Armando líneas que se dibujan desde la cabeza hasta los pies, sostenido, evitando fallar. 

Danzando junto al espejo, sin percatarse de su reflejo, pasó ella, amarillo sol algo de rosa, ojos grandes y despeinada. Ondulatoria, espiralada, plácida, decidida, casi levitando en una tranquilidad envidiable como diente de león que es mecido por la brisa. Pasó por mi lado y continuó, miró el sofá y lo miró a él. 

Y empezó a marcar las huellas efímeras de sus pies en el mullido cojín, a juguetear con la sensación de hundimiento sutil que aquel mueble le brindaba, lo miraba a él y danzaba… él hizo lo mismo. En un instante se rozaron, se sintieron gentil y tímidamente y decidieron hacerlo juntos sin que la palabra hiciera falta, solo coexistiendo con cautela, melodía y cadencia. 

Entonces él suavizó su movimiento y ella hasta cosquillas le hizo en las costillas con los dedos de su pie izquierdo, que le sacó una sonrisa. Las plantas florales de la cajonera también sonrieron con él por un instante. 

Nunca entendí la letra de la canción, pero se deslizaba por debajo de la piel de él danzando, de ella llegando, y de mí misma mirando.

[Nota 3: La danza me da raíz y vuelo, me recuerda que pertenezco a su país, a su ir y venir. Soy como ella, migrante. Soy un abrazo de bienvenida y las manos que se sueltan con el dolor de un adiós].

Dirigida por Julián: improvisación con el cojín y las hojas

Él solo me entrego un cojín negro y unas hojas secas caídas de las plantas sobre la cajonera. Él solo me entregó esos objetos y me edificó un universo en mi cabeza. Él no me dio más nada, y me lleno de motivos, de emociones, de sensaciones, de historia. 

¿Quién es el cojín? ¿Qué representan las hojas? ¿Las escondo? ¿Las quiero solo para mí?

Juego de perspectiva para mostrar y entender cómo pueden variar el tamaño de las cosas, inclusive yo siendo otra cosa en la escena. 

El cojín me llamaba, yo quería ir y no. Me acerco con temor y curiosidad, sobre todo, curiosidad.  

Siempre supe que él escondía algo. ¿Qué? ¿Para qué? ¿Y por eso no quería ir a él? 

Y llegue con sutileza, lo toque y dejé que él me tocara.  Sentirnos, caricia al tacto, exploración, experimentación y, entonces, repetición.  

Algunas veces me alejé. Necesitaba verle de lejos, sentir su llamado, disfrutarlo. Y volver una y otra vez. 

Y me alejé para ver sus secretos y comerme algunos de ellos. Descifrarlo, habitar junto con ellos. Quise ser uno de ellos. Quise esconderme en su interior y bajo él. Lo estrujé y se volvió pequeño e indefenso. Pero volvió a su gran tamaño, a su volumen, tal como sus secretos. 

Yo también, yo también quiero entrar, caber, hacerme pequeña y habitar en su rincón oscuro.

[Nota 4: El propósito de ser: si soy puerta y fui hecha para cerrar… me voy a perder la oportunidad de vivir y experimentar el abrir, dar paso, unir espacios, iluminar lugares, crear caminos donde otros verían un muro]. 


Un fragmento de esta obra

El coro

No necesariamente vengo de la danza. 

Dentro de la estructura de la muestra final existe un fragmento donde la voz entra a ser protagonista, en dos lugares que se crean e instalan en el área del tablado negro. 

Uno es una escalera en A, metálica, plateada, de 12 peldaños que se vuelve el atrio de 3 intérpretes-cantantes, vestidos de gala, que como un tótem crean una nueva manera de ver la función… mirando hacia arriba. Les da un orden, pero sin jerarquías. 

El segundo lugar está creado por una vieja y hermosa mesa de madera, como un secreter. Esta, efectivamente, esconde relatos contados al oído y es custodiada por una reveladora. Envuelta en unas pequeñas y casi imperceptibles luces, que se activan ante la posibilidad de ventilar los secretos, propios y de otros, esta nueva protagonista de 4 patas trae a escena más que la voz. 

El sonido genera el movimiento y mi movimiento genera el sonido, lo crea, lo invita, lo incentiva. Las voces de la escalera aparecen paulatinamente colmando el espacio de una vibración distinta y emotiva. El juego de cantar-danzar-cantar, sin distinciones de quién influye en quién, se mantiene por un rato. 

Con vestido negro, de pliegues, dando un aire de lejana elegancia, se acerca una quinta intérprete (improvisadora), que habita la dicotomía de ser directora y dirigida al mismo tiempo. Los sonidos divergentes se apoderan del cuerpo de la danzante, quien solo se deja llevar, reflejando en cada movimiento lo que las voces le dicen, como en una posesión espiritual. 

Al mismo tiempo, están en el espacio dos bailarines, uno sobre otro, como una pila humana. Se balancean en 4 apoyos, con un vaivén cuyo poder va in crescendo. Todo se mueve, todo canta, todo vive y se complementa en una escena que no tiene un sentido específico más que el de hacerle una oda a la escucha del otro.      

Y entonces, en el recuerdo aparece la voz de Brigitte que nos decía que no hay una fórmula para crear. Que es un estado de apertura, disposición y exploración. 

Frases como: “¡Encárgate de saber con quién estás!  La tal danza es solo una excusa, el tal proceso creativo es solo una excusa. Lo que importa es el tejido. Esto es de larga duración. Soy hija de la tal danza”. 

Y en la cúspide de voces y movimientos enérgicos, la quinta intérprete invita a la custodia de la mesa a participar. Entonces del cajón, la custodia saca una hoja que posee el poder de seducción con que están creados los secretos. Una hoja que cuenta verdades y fantasías, que acepta lo absurdo sin refutar: “Me gusta dormir dormida”, “me metí con un profe”, “me colé en Transmilenio”, “yo solo vengo por el café”, entre otras confesiones de las que nadie reconoce el dueño, pero que salen a ventilarse y dar una vuelta por los oídos de un público que algunas veces no sabe hacia dónde mirar.  

[Nota 5: Soy la construcción de este edificio ladrillo a ladrillo.  Cada cosa que soy, fui y seré me construye, edifica, me rediseña. Soy dislocada, rota y pegada, lijada y vuelta a pintar]. 


Mi relato como intérprete de una pieza inentendible

Soy ahora un mosaico con fragmentos de Bellaluz, Andrés, Rodrigo, Paulina, Marcia, Adriana, Mafe, Vale, Adri, Sebas, Yenny, Juli, Cristina, José, MaríaCris, Lau, Sofi. Soy el café de cada martes y jueves, y las fotos de Dorita. Soy el tablado negro y el chirrido de la puerta. Soy el balcón soleado y el agua de lluvia. Soy danzante, improvisadora, observadora, siempre expectante.

Danzar esta pieza ha sido un reto grande. Siento que soy más de un ser durante los 40 minutos aproximados de su duración. Reconozco, honro y habito el espacio y mis guías. Veo realmente a mis colegas y agradezco su presencia y su disposición, y el hecho de que me hayan nutrido tanto durante este tiempo. 

Me entrego durante el performance desde muchas pieles, con muchas cualidades de movimiento, con muchas vísceras. Doy lugar a los desplazamientos, sintiendo desde el agua y desde el sudor. Con muchas prendas de vestir, pero solo un par de pies descalzos, sucios, nobles y callosos que acolitan mi pasión inagotable por el cuerpo y sus posibilidades.   

Esta es una obra que está colmada de todos los universos de sus participantes. Contada por 13 personas que han aportado a su creación.  13 vidas, 13 experiencias, 13 procesos artísticos distintos. Múltiples universos que convergen en una cita cada martes y jueves de 2 a 5. Y por esta temporada, orbitan este sexto piso que tiene mucho de Danza y poco de Común.

Entonces, esta nace de la experimentación, del colectivo escénico, de la entrega, del respeto. Nace de crear en singular y en plural, de imaginar, simular, repetir y establecer, de corregir, de escuchar, de sentir, sobre todo de sentir, de comprender que todo es válido y que en la creación las fuentes de inspiración emergen de algunos lugares conocidos y otros inimaginados. 

[Nota 6: Divagando en un presente y un futuro que no podemos controlar porque no libramos, soltar y perdonarnos del pasado vivido y llorado, sufrido y donde lo bueno se desvanece en una memoria selectiva y masoquista. Sobre todo, masoquista].


Sobre El Centro de Experimentación Coreográfica

Paradójicamente, el Centro de Experimentación Coreográfica no existe para brindar un algoritmo acertado de creación coreográfica, y es que luego de estas semanas se hizo evidente que la creación emerge desde diferentes lugares, sorprendiendo al creador y a los intérpretes.

Hay más de una manera de abordar la creación. Todo conocimiento suma. La flexibilidad mental, la información, la aceptación de ser guiado por diferentes caminos, la insistencia, la escucha… en fin, la atención permanente y sensible desata la magia.

¿Y es que de dónde podrían nacer las ideas, sino de la aventura a aumentar el conocimiento, las fuentes referenciales y los sentidos?

En el CEC también es definitivo el trabajo en colectivo. Esto pone a quienes participamos en modo de director y dirigido todo el tiempo, “Resistir para dejar existir”. Fomenta la proactividad y reconoce el valor de los aportes o dudas de cada persona. Todo es válido desde que esté bajo la cobija de la creación artística con el cuerpo, con el espacio, con la voz, con el ser. 

[Nota 7: Algunas veces llego al salón, me tiro en el tablado negro y solo deseo quedarme allí, entregando mi energía al suelo; dejando en él todas mis preocupaciones, dolencias, agobios, toda esta adultez que llevo sobre los hombros, y solo estar sin estar. Como un pez que duerme sin cerrar los ojos, sintiendo la brisa sutil y sigilosa que se cuela por el quicio de la puerta del balcón].

______________

Este artículo ha sido escrito y publicado en el contexto del proyecto «el cuerpoeSpín en la escena 2023», con el apoyo de la Beca Estrategias Novedosas del Programa Distrital de Estímulos de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá.

______

El «Centro de Experimentación Coreográfica 2023» de Danza Común es un proyecto realizado en el marco de la Plataforma Jóvenes Creadores y apoyado por el Programa Distrital de Apoyos Concertados 2023.

Navegación de entradas

Scroll al inicio