Middlesex

La música de Bach suena al fondo; la oscuridad se rompe con dos figuras que salen de cilindros de plástico a los extremos del escenario, y una figura travestida, sentada, desciende lentamente hacia el centro de la escena. Así comienza todo y quedan expuestos los elementos que dan forma a la pieza: la música barroca, la fuerza primitiva de lo masculino y la imagen de lo femenino concebida como forma anhelada.

Considerando la construcción del género como un acto performativo, y la identidad como una instancia que no es definitiva por cuanto implica un flujo y una realimentación entre el cuerpo y el mundo, hallamos en esta pieza una exploración intensa, un proceso de indagación de este diálogo, usando como materia prima y escenario de ejecución el cuerpo propio. Lo femenino en cuanto arquetipo es expuesto como un conjunto de configuraciones corporales que define los cursos de acción, mediante los cuales la identidad se consolida; en este caso, rememorando la majestuosidad, el ademán que se asocia con lo sublime, con aquello que trasciende lo ruinoso del cotidiano vivir.

Paralelamente presenciamos los encuentros sexuales entre dos hombres, encuentros que se hallan atravesados al mismo tiempo por un innegable gozo y por un rechazo, una especie de violento arrepentimiento que se hace evidente cuando al final de cada encuentro la propuesta de la caricia confortante es anulada por acciones cortantes. Es muy llamativo el hecho de que en la mayoría de estas interacciones se plantean asimetrías entre los participantes, que, asumo, están relacionadas con cuestiones de poder, el poder de decidir si se da paso a la interacción, el poder de comprar el placer que el cuerpo ajeno ofrece.

La manera como se usa la luz durante la pieza, remarcando las acciones mediante su ubicación en conos de luz contrapuestos a la sombra del resto del escenario, contribuye a una sensación de asistir a eventos asociados con una puesta en escena, sobre todo aquellos relacionados con la exploración del travestismo y la consolidación de un esquema corporal por parte de un ejecutante solitario. Así, este camino de identificación, asimilación y desarrollo de elementos asociados a una identidad de género se dibuja como una ruta solitaria, un lugar de donde al final se emerge con un conjunto de particulares posibilidades de ser; de este modo el género también se percibe como un lugar de tránsito.

Percibo, a través de todos los elementos involucrados en el montaje un tratamiento muy delicado y empático de las cuestiones tratadas. Lo sexual es expuesto en total intensidad, con lo que tiene de salvaje y a la vez de sublime; el éxtasis y la fuerza bruta están presentes. La exploración de la construcción identitaria va más allá de la exposición de un conjunto de elementos convencionalmente asociados al travestismo, de modo que se evita caricaturizar un proceso que demanda del sujeto una gestación propia, accidentada y autónoma.

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Middlesex es una obra de la compañía Danza Concierto, y es dirigida por Peter Palacio. Se acaba de presentar en el marco del Festival Impulsos 2013 de Bogotá.

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