Hamlet

Obra: Hamlet
Compañía:  Imperfect Dancer Company
País: Italia
XI Festival Danza en la Ciudad.
Fecha de función:  15 de noviembre
Teatro: Teatro Municipal Jorge Eliecer Gaitán

Por Arley Ospina Navas
Relator de cuerpos – Festival Detonos

Asistir a una revisión de la obra teatral Hamlet se convierte en una tarea peligrosa, pero a la vez inquietante y llena de expectativas. Ser o no ser, una mujer que se debate entre su deber de reina y su amor de madre, Ofelia, Claudio, veneno, cráneo, locura, traición, muerte; ser o no ser… Ser o no ser. Una cierta incredulidad invade al espectador que conoce de principio a fin la trágica historia que se desarrolla entre los muros del palacio de Elsinor, sabe que hay algo podrido en el reino de Dinamarca, como lo anuncia un guardia en la primera escena, en la que aparece entre la niebla el espíritu del rey Hamlet buscando a su hijo para que este vengue su asesinato. ¿Qué más esperar? ¿Qué de nuevo, de innovador o desconcertante tendrá esta revisión? Preguntas que como espectadores conocedores nos hacemos, olvidando la universalidad de la obra y lo más importante: el acercamiento al público ocasional y desprevenido, alejado de la retórica, de la forma y lenguaje especializado del acontecer escénico.

Las preguntas anteriormente enunciadas tendrán su contestación inmediata en la propuesta de puesta en escena de Imperfect Dancer Company. Es un montaje que escapa a la representación tradicional de un texto dramático pensado para ser actuado; el hecho de ser realizado a través del movimiento coreografiado, en donde la palabra da paso a cuerpos que se sustentan por su sola presencia y que la misma nos muestra los conflictos internos de los personajes, sería razón suficiente para olvidar la perogrullada de buscar algo innovador; allí está, en su esencia más pura: el movimiento como abstracción de la historia del príncipe de Dinamarca y sus cuestionamientos éticos y morales.

Ahora bien, si a esto –texto dramático trasladado al lenguaje de la danza– le sumamos la creación de un personaje inexistente en la obra original: la niña de la clínica, nos encontraremos con una propuesta escénica que apuesta por una contemporización de los clásicos, un acercamiento a las problemáticas internas del individuo en la actualidad, y su inestabilidad en un orden social que lo subyuga, oprime y aparta. Es este personaje quien da un nuevo enfoque y una visión distanciada a la obra shakesperiana. Hamlet ha dejado de ser el personaje sobre el cual gira toda acción de los demás personajes; es ahora esta niña quien escribe en un cuaderno gigante sus pensamientos emanados de una locura real, quien será el eje de la representación; atrás quedará Hamlet con su simulación fársica de la demencia. El individuo como voluntad y ya no como representación, como bien nos lo hizo entender Schopenhauer.

Es admirable la calidad del movimiento, la fluidez en la acción y el esfuerzo físico de los ejecutantes de esta versión de Hamlet. Cuerpos que están en constante lucha con sus demonios interiores y sus problemáticas externas, cuerpos que nos llevan a sentir hasta el último momento del espectáculo la vulnerabilidad del ser, el instinto que lleva a la ejecución de acciones desenfrenadas, caóticas y vertiginosas pero ejecutadas con tal destreza y organicidad que no deja más que invitarnos a acompañar a esta mujer –la niña de la clínica– en su búsqueda de entender los acontecimientos de la obra y de su callada compañera: Ofelia, locura silenciosa que flota en el río.

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