Elogio de guerra

Muchos de los niños que acababan de terminar el taller de Arte entraron curiosos a presenciar lo que estaba por ocurrir. El lugar, más profundo que ancho, era separado por paredes de cemento y columnas metálicas; parecía una casa en obra gris donde la sensación de olvido podía respirarse con el polvo que abundaba en el espacio.

Súbitamente, de la nada, cayó un cuerpo sobre el suelo, que de inmediato fue halado por una energía de origen inexplicable hacia una habitación cuyo interior no era visible. De nuevo apareció, esta vez desplazándose con una agilidad comparable a un mono recién liberado, trepándose por las paredes con destreza. Se trataba de Hombre Búho (o Yenzer Pinilla) quien pronunciaba fragmentos de Elogio de la Guerra[1] acompañados de una exploración atractiva del movimiento de sus articulaciones, caídas e impulsos repentinos desde diversos lugares.

“Es interesante y conmovedor ver los esfuerzos enormes que hacen los hombres en todas partes por aparecer pacifistas, por amar y realizar ese sueño absurdo e inexplicable que se llama la paz…” en esta última palabra (tema agudo, espinoso en nuestros días) hizo hincapié: “Paz… ¡PAZ!” Y con gran agitación de su cuerpo y su voz, esta palabra recobraba significados. No cabe duda de que lo más impactante de Elogio de guerra es la relación palabra-movimiento, que supone un reto interpretativo para cualquier artista escénico, reto que Yenzer resuelve de forma ingeniosa.

Una música con sintetizadores estridentes estremecía el cuerpo del artista, quien ahora estaba rodeado de un efecto tyndall que producía la polvareda y la luz del sol de las 3:00 pm que entraba por las ventanas. En medio de saltos a través de las paredes y las columnas, la propuesta de riesgo era tan sorprendente, que los niños no podían evitar hacer sonidos de asombro (muy seguramente los mismos que los adultos hacíamos en nuestra mente pero que por alguna razón callábamos) como si estuvieran viendo a un superhéroe salvar al mundo ante sus ojos.

Tras una última frase, que cuestionaba el poder de decisión y la aparente libertad de los hombres sobre sus vidas, finalizó todo con un aplauso. Los niños corrieron a abrazar, admirados, al artista que cautivó la atención de todos los presentes, durante todo su performance.

[1] Elogio de la Guerra (1922) , del escritor y cronista Luis Tejada Cano.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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