De grutas, tunjos y guaqueros temporales

Aclaración I

Aclarar es poner luz o hacer menos turbio un aspecto percibido como opaco, oscuro, ininteligible. Cuando se aclara algo a alguien, se pretende que esta persona comprenda aquello que se aclara, que logre acceder a la lógica o al contexto en el que eso fue gestado, donde adquiere parte de su sentido. Aclarar, sin embargo, puede robar misterio, simplificar e incluso hacer desaparecer eso que aclara, como es el caso de algunos chistes, acertijos o piezas de arte.

Este texto oscila entonces entre aclarar y conservar la sombra; invitando así a imaginar, pensar, sentir, dudar, entender, desconocer, cuestionar… De allí las descripciones breves de recuerdos difusos y fragmentos en los que, rudimentariamente, me aproximo a la filosofía o la poesía, intentando decir cosas que de otro modo no podría y que, aún así, no se logran decir del todo. 

Confío en que, en los momentos en que la razón no sea suficiente para entender o hallar sentido, la persona que lea esto pueda sortearlo acudiendo a su experiencia previa o, simplemente, dejándose llevar por aquella que genera el flujo de palabras, frases y oraciones que inició hace algunas líneas.  

Ir, venir, venir, ir 

La disposición de las sillas  –en su mayoría contra las paredes laterales y algunas, muy pocas, en el medio del salón, con orientaciones y distancias disímiles–, determinaba nuestra ubicación como espectadores en un espacio envolvente que convocaba a una atención dispersa hacia múltiples direcciones, involucrando más sentidos que el de la vista, y nos dejaba expuestos a lo que sería un vaivén de bruma, luz, sonido y el movimiento de tres cuerpos.

Humo e iluminación creaban una densidad etérea en la que tanto cuerpos como acciones ejecutadas se desvanecían. La presencia de los performers era introvertida, variable, perdida en la búsqueda de los propios huesos o, como sugería el título, en el juego de volverse una u otra cosa. Nada era fijo acá, con excepción de las sillas y el vaivén que, sin embargo, todo lo movía. 

De repente, algunos espectadores, sintiéndose atraídos, curiosos y ambiguamente bienvenidos a habitar la escena, a establecer y presentar una relación con los performers, enderezaban la espalda, ofrecían sus manos o, en los casos más osados, se paraban a bailar, irrumpiendo en ese constante ir y venir, dinamizándolo con su respuesta desconcertante.

De modo casi espectral, entre oculto y evidente, algo siempre estaba ocurriendo; tal vez se tratara sólo del vaivén.  

Aclaración II

Luego de haberlos leído o escuchado por años a modo de fragmento, cita o susurro, en escenarios del arte impregnados de filosofía, decidí aproximarme más directamente a las ideas de Nancy, las de Guattari y Deleuze, las de Manning y Massumi. Los he buscado y me he sentado un rato a rumiarlos, rumiar el devenir, rumiar la multiplicidad, rumiar el ser-con, el ser singular plural, el más que uno, la transidividuación… Ahora estoy contagiado por preguntas que, aunque adjudicaba a Nancy, Guattari, Deleuze, Manning y Masummi, ya no sé más de quién son; por un lado, otras personas las rumiaron antes que ell*s; por otro, sucede que en este momento, comprendiéndolas o no, sostengo una relación con ellas: me habitan, las habito, las recorro, me movilizan, me inquietan. ¿No significa esto que también son mías? 

Uno de esos acercamientos se dio en 2022 gracias a Jenny Ocampo y su invitación a rumiar conceptos juntos para después buscar posibles relaciones entre ellos y la práctica de improvisación en danza; una invitación que un año después parece repetirse desde el cuerpo y el movimiento en Thisness, del volverse esto o aquello, performance creado en colaboración con Adriana Cubides, Alejandro Penagos y Juan Echeverri, estrenado en noviembre en el teatro La Factoría.  

Contaminado, asistí a la primera función, consciente de que lo que estaba a punto de ver sería una extensión de la acción paciente de masticar ideas y preguntas. 

Me gusta imaginar que, inevitablemente, tanto ell*s cuatro como quienes fuimos a verles ejecutar ese moverse, sonar y rumiar al mismo tiempo, también estamos contagiad*s, aunque sea un poco.    


Proximidad, distancia y escisión 

La posición de un esto es cercana, al alcance de las manos; consciente o inconscientemente, esto suele anteceder en los órdenes preferenciales o de prioridades: se contempla por lo general un esto antes que un aquello. Aquello, por el contrario, se ubica al menos a unos pasos de distancia y se señala con el dedo índice o con el hocico. En ambos casos hay una separación, esto o aquello no es, o no del todo, ese uno que los percibe.

Ser esto o aquello es desear el desborde de una línea previamente trazada; es del deseo de dejar de tocar lo uno o lo otro, no en el sentido de alejarse, sino de disolver incluso la inmediatez. Ser esto o aquello es un bucle paradójico, si no absurdo, pues la división y la distancia son condiciones previas a esa intención de ser algo más que uno. 

¿Cuál es la diferencia entre desear ser piel, vista, oídos o cualquier otro sentido (que aunque permeables no dejan de ser fronteras) y eliminarlos para suspender ese sentirse otro, distante y separado, de esto o aquello?

Ser esto o aquello es búsqueda ineludible e incansable de uno mismo en lo otro. Y, si ser es intento infinito, cualquier otra acción puede serlo. Ser intento, ser posibilidad, ser incertidumbre, ser aceptación pero también decisión de cambio e inconsistencia de flujo. Ser es en sí una potencia de múltiples estos y aquellos que nunca llegan a ser culminados; de ahí que nos enfrentamos más continuamente al problema de ser esto o aquello que al de ser o no ser

Ahora, si lo mismo implica la existencia de algo otro –un otro concreto o imaginario con el que se compara o se identifica al punto de percibirse como igual, como mismo que–, se abre la posibilidad de ser lo mismo y a la vez algo diferente. 

Si ser fuera habitar, ¿sería posible habitar los lugares del esto, del aquello y de aquel que determina la espacialidad dada entre los tres? ¿Indicaría esto un don de ubicuidad o un nomadismo? ¿Un abandono constante de posición o una llegada incesante?

Aclaración III

Tal vez sólo se trate de la luz color oro que inundaba el espacio y salpicaba esos tres cuerpos jugando a la sospecha de su consistencia; tal vez tenga más que ver con la compañía de mi madre, quien años antes de mi nacimiento, se ocupaba de zipas, zaques y jeques de la sabana cundiboyacense entre los siglos XVI y XVIII; tal vez se deba a la presencia de Raúl Parra y su investigación en torno al fenómeno de los ballets folclóricos y la coreografía de El Dorado. Como sea, ahora sólo pienso en tunjos.

Sino de tunjo

Los tunjos son guardianes de todo menos de sí mismos y, quien a la fuerza los encuentra, los malentiende. 

Un tunjo no debería ser nunca desenterrado. 

El tunjo es porque no hay luz, porque así, dorado y refulgente, se le arropa con tierra o con el lodo del fondo de una laguna. El tunjo es un cuerpo entregado a la oscuridad húmeda. 

Un tunjo no es hecho para ser visto, sino para ocultarse y proteger el misterio desde su escondite.  

Aquí tres tunjos, tan expuestos, tan intocables, tan amenazantes, tan frágiles, tan cercanos, tan distantes, tan deseados, tan aberrantes… Y nosotr*s, invitad*s a profanar esta gruta, circulamos ahora por sus cuerpos, pedazos nuestros se mezclan con el sonido que nos envuelve, con el espacio, con la penumbra y el parpadeo espontáneo, con todo menos con ellos.

El tunjo, oro humanizado, es un medio, un canal, y como tal no se diluye en eso que le atraviesa, un flujo o un vaivén entre esto y aquello.  


***

Las reflexiones y fotografías que componen este artículo surgieron de la presentación de Thisness, del volverse esto o aquello, realizada el 2 de noviembre de 2023, en el Teatro La Factoría Tino Fernández de Bogotá. Coreografía y performance: Adriana Cubides, Alejandro Penagos, Jenny Ocampo. Paisaje sonoro: Juan Echeverri. 
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