Dicen que el Buddha decía:
La segunda Noble Verdad es el origen de dukkha, el deseo o «sed de vivir» acompañado de todas las pasiones y apegos. Esta, oh monjes, es la Noble Verdad del Origen del Sufrimiento. Es el deseo que produce nuevos renacimientos, que acompañado con placer y pasión encuentra siempre nuevo deleite, ahora aquí, ahora allí. Es decir, el deseo por los placeres sensuales, el deseo por la existencia y el deseo por la no existencia.
Y esta pieza trata acerca de las diversas maneras mediante las cuales un grupo de personas trata de ver saciado este tipo de apetito.
En un lugar de acción configurado por fuera del espacio y del tiempo, donde se es únicamente conciencia y memoria, se produce una confrontación brutal entre lo que se ha sido, entendiendo esto como el conjunto de percepciones y evaluaciones que conforman una visión del propio discurrir, y lo que conforma el propio anhelo, eso que se idea para sí en algún momento como ruta vital o aquello que se espera encarnar en alguna circunstancia.
Están las vidas grises y aquellas vividas con pasión, casi con furia. Las existencias que malamente se sobreviven, donde parece que respirar fuese una carga, al lado de otras que se concretan en un eterno perseguir al viento. Se enuncian muchas circunstancias que se temen, se desdeñan, se atesoran por seguras y bien conocidas, o se desean intensamente. Todas estas pasiones de estos seres en tránsito se despliegan, se retuercen y reforman a cada paso de la pieza.
El espacio escénico representa muy bien el lugar de confrontación, la arena de combate en la que se ha convertido la vida en la sociedad contemporánea, aunque, juzgando la situación con base en las palabras del Buddha, no parece haber una sustancial diferencia entre la condición humana de su tiempo y el nuestro. Pero esta pieza encierra una sorpresa: hay una voluntad que de algún modo parece haber decidido abandonarse, como si la conformación de su personalidad, y la elección o verificación de las circunstancias que puede juzgar como favorables y placenteras, o, por el contrario, dolorosas y nefastas, fueran asuntos que no le inquietan.
De entre las muchas preguntas que me genera este montaje, son dos las que me resultan más estimulantes: ¿Para una persona cuál es la diferencia, si es que la hay, entre existir y ser? ¿De qué modo la vía del desapego permite descubrir una ruta vital auténtica? Con seguridad, muchas otras cosas inquietarán a otros espectadores de la pieza, pues esta se comunica en muchos niveles apelando a la razón, el humor, la compasión, en general, tocando variadas dimensiones de la experiencia humana.
También me quedo con una idea: se desea la felicidad y, corriendo decididamente tras ella, por el camino se pierde la alegría. El tipo de esperanza que adquiere se forma en el anhelo de lo que se asume necesario, y es por tanto un afecto triste, puesto que implica carencia, impide que con el cuerpo y sus potencias aunadas a las circunstancias que se tienen en suerte, se construyan los tipos de encuentros entre personas que permiten la expresión del potencial vital; así se coarta la expresión de las pulsiones y los afectos, cosas que vienen siendo la semilla y la tierra que pueden albergar auténtica vida.
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Changua Teatro estará presentando nuevamente este montaje el 22 de Agosto en el Teatro Jorge Eliecer Gaitan y el el 3 de Septiembre en el Teatro La Castellana.