III Encuentro de danza contemporánea La Casa Baila, día dos

En el marco del segundo día de actividades del encuentro, el 6 de Julio de 2013, se presentaron tres piezas. Aquí, algunas notas sobre ellas:

Pizzicato, de Shiaroma Danza

Esta es una pieza donde prima una atmósfera de gran lirismo basada en la exposición y el intercambio de flujos energéticos entre los ejecutantes, la acción se enmarca por una música de timbres intimistas que se ejecuta en vivo.

La obra utiliza, como parte fundamental de su puesta en escena, un telón blanco sobre el que se proyectan imágenes y que se utiliza de fondo para un “teatro de sombras”, conformado por los ejecutantes de la música.

Las acciones inician con un grupo que va exponiendo un conjunto de elementos de movimiento, que rememoran el Tai-chi, debido a un particular patrón de flujo hacia el centro del cuerpo, utilizando los brazos como vehículo de transporte energético. Al mismo tiempo estos patrones de movimiento sugieren esquemas de desarrollo orgánico como los sistemas circulatorios animales o vegetales, o remiten a fenómenos naturales como la súbita descarga de la energía almacenada en una ola.

Luego una pareja toma el protagonismo mientras la música hace presencia viva. A través de la pareja se exponen de nuevo y se elaboran y entretejen de nuevas maneras los caminos de flujo e intercambio de energía que se han expuesto al principio. Se presencian éxtasis, momentos lúgubres y diálogos corporales que permiten alcanzar configuraciones espaciales evocadoras de sensaciones de potencia y también de fragilidad, tal como se percibe la vida biológica: poderosa, de compleja estructura y sorprendente fragilidad.

Al final, teniendo como fondo el telón donde se proyecta la esquemática silueta de un árbol, aparecen a la vista los instrumentos y sus ejecutantes, mientras la música sigue su curso, desvaneciéndose lentamente, y la intensidad del movimiento se atenúa, florece la sensación de la brevedad de las obras humanas ante la temporalidad inagotable del mundo natural, es la vida, no los individuos, la que es eterna.

Emmeleia, de Multitoma Danza

Esta es una pieza extremadamente corta y, también, extremadamente divertida. Solo hay un personaje, una monja, que al ritmo de la música y con base en una gestualidad mínima, ingeniosamente compuesta y brillantemente ejecutada, nos recuerda cuánto hay de deleitoso, de lúdico de infantilmente delicioso en el hecho del movimiento por sí mismo.

Tiene uno la sensación de haber presenciado un sueño lujurioso, donde el objeto de codicia hedonística es la posibilidad de moverse a placer con el estímulo de una música de marcado ritmo y sensual sonido. Luego el personaje parece despertar de súbito, quedando en un estado donde se mezclan sus deseos y el conjunto de restricciones que conforman las normas por las cuales debe regir su vida, al parecer sorprendiéndose a sí misma por los alcances de su mente liberada de ataduras.

La consagración, de La Consagración

En esta pieza presenciamos una reinterpretación de La consagración de la primavera. En esta nueva construcción de la pieza, vemos, antes que una conmemoración, un apropiamiento y una elaboración de los elementos míticos asociados con la fertilidad, con la renovación de la potencia germinal de la tierra y con los mecanismos rituales que se utilizan para poder convocar y, hasta donde se puede asumir, intentar manipular dichas fuerzas.

En la puesta en escena se utiliza inicialmente música compuesta expresamente para la misma. Esta música, con su carácter intenso y fragmentado, crea una atmósfera sobre la cual se exponen los elementos asociados con un imaginario de lo femenino, que remite indudablemente hacia la idea de la renovación de la capacidad nutricia de la naturaleza.

El escenario donde transcurre la acción se encuentra enmarcado por un cuadrado de pequeñas luces circulares que iluminan desde el suelo. Esta luz suave y difusa contribuye a que el espacio escénico adquiera una connotación ritual.

Paralelamente al desarrollo del material asociado a la presencia femenina se inicia el despliegue de un conjunto de potencias masculinas. La manera como se van desarrollando las acciones del grupo masculino se puede leer como una invocación animista de tipo tribal, como una asociación primitiva de personas que buscan mantenerse a salvo, en cuanto cabe, dentro de las vicisitudes de la subsistencia y convocar el favor de las muy poderosas fuerzas naturales.

El grupo masculino al principio se halla fuera del ámbito donde lo femenino expone sus potencias, luego, lentamente, pero con indeclinable decisión comienza a rodear la figura femenina y a desarrollar su propio material ritual alrededor de ella. El ambiente se torna tenso y se empieza a consolidar una interacción que claramente se percibe violenta entre el elemento femenino, que aquí parece ser un vehículo canalizador de la fertilidad terrenal, y el conjunto de fuertes presencias masculinas que exponen contundentemente todo el poder de sus cuerpos.

La música de La consagración de la primavera, de Stravinsky, aparece súbitamente en el ambiente, la corta melodía del fagot, inconfundible, conlleva un reposo en la escena, como si se acumularan energías o se estableciera una momentánea tregua entre lo fértil y lo voraz, lecturas que se pueden hacer acerca de las dos identidades corporales puestas en juego. Entonces se pasa a la parte musical que enmarca el rito propiciatorio y este es desarrollado de manera feroz y primitiva.

Resulta sumamente sugestivo el hecho de haber elegido solamente hombres para conformar el espacio ritual de la tribu y dar a la única mujer presente el doble papel de referir la fuerza natural y ser el vehículo simbólico mediante el cual esa fuerza, que es a la vez venerada y temida, puede ser conjurada y apaciguada. Veo en esta propuesta una exposición del surgimiento de un tipo de poder simbólico asociado a la necesidad de contención de la potencia germinal, de las fuerzas que escapan a la dimensión temporal y física del ser humano.

 

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